viernes, 21 de octubre de 2011

~ Tres teorías disparatadas sobre el origen de la sopa de letras ~

1) Para facilitar a sus alumnos el aprendizaje de nuevas palabras un profesor de lengua y literatura ideó un diccionario efervescente. Bastaba con arrancar la página requerida, empujarla al fondo de un vaso, verter agua y esperar unos segundos. Las definiciones se desprendían del papel letra a letra, mezclándose unas con otras, burbujeando y disolviéndose hasta quedar en un caldo gris de conocimiento puro. La necesidad de tomarlo caliente para disfrazar su mal sabor dio origen a la receta actual.

2) La sopa de letras no es más que la simplificación comestible de un peculiar procedimiento burocrático, que comenzó como una broma entre un grupo de oficinistas del servicio postal a la hora del desayuno. Funcionaba así: una mano inocente sacaba de un sombrero, al azar, con la ayuda de una cuchara, un papelito de un total de veintisiete, marcados cada uno de ellos con una mayúscula del abecedario. Todas las cartas a entregar durante la jornada en cuyo sobre se leyera un apellido que comenzase por la letra extraída en el sorteo eran devueltas, sin más explicaciones, a sus remitentes. En Navidad, a causa del volumen de trabajo, solían sacarse dos y hasta tres papelitos.

3) Un logopeda observó una extraordinaria conducta en los patos de un estanque. Advirtió que el graznido de los ejemplares adultos variaba notablemente, tanto en timbre como en intensidad, en función de la comida que recibían de los transeúntes. Con el tiempo pudo comprobar que también existían diferencias entre graznidos según la forma y la textura de un mismo alimento. Resolvió que, siendo constante y paciente, llegaría a enseñar el idioma a un pato si le ofrecía, primero, pequeñas letras moldeadas en miga de pan, y más adelante palabras, frases enteras, fundamentos gramáticos básicos y normas de ortografía. Consiguió dos cosas. Que el ayuntamiento, ante las quejas de los vecinos, se viese obligado a trasladar a las aves debido a la permanente escandalera, y que el estanque, ya casi seco, quedara convertido en una caótica enciclopedia de gachas.

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