lunes, 25 de julio de 2011

~ Memoria ~


El tres, seguro que era el tres - decía mientras su pulso temblaba antes de llamar al porterillo - ¿Por qué no lo habré apuntado en un papel?

Echarse la mano al bolsillo para encontrar un viejo llavero ¡Quién iba a decirlo! Pues si, allí estaba, el llavero de su comunión, con el forma de un ancla. Al recordarlo y tenerlo en su mano sonrió para si para luego guardarlo cerca del pecho. Pero la suerte no acabó ahí, un vecino abrió la puerta, dejandole pasar, no sin antes los muy conocidos "Buenos dias"

Voy hacía el monte del destino...-decía para hacer épica la subida- solo un paso más y luego llamar a las puertas del tiempo...-suspiró.

Golpeó en vez de llamar al timbre y las puerta se abrió despacio, rompiendo el silencio de aquel blanco pasillo. Olía a romero y nectar para polillas, pero la sonrisa fue inesperada: el ancla fue lo primero que vieron sus viejos y cansados ojos.

-Aún recuerdas y guardas ese dia en tú corazón ¿Verdad? -le dijo la dulce mujer - Si es que tienes una memoria...
-Te llevo a tí abuela, no ha dios -dijo sonriendo tímido- Porque aunque nunca recuerde el número de tú puerta, si sé porque vengo a verla -hizo una reverencia- Señora Arenas...

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