jueves, 29 de septiembre de 2011

~ La gentil ilusión ~

El universo ya se resume en estas venas de piedra. Cada noche me despierto soñando las mismas paredes, las mismas galerías. No sé cuándo empezó esta eternidad sin ventanas; no sé si acabará esta soledad sin espejos. Apenas vivo el día de hoy, pero no puedo olvidarme de lo que me pasará mañana. Por eso escapo. Recorro habitación por habitación, y no hay nada; recorro la repetición del vacío, esquivando la sombra que me cerca, rehuyendo la amenaza que me nombra: el único amparo que aún existe. Pero no hay salida. A veces, en la fuga, la melena se me engancha en una grieta y he de cortar con la boca. Otras veces, al descansar, una arista afilada me vierte la sangre de la mejilla. Nunca recupero esos rastros. Nunca nada está demasiado tiempo, ni huellas ni esperanzas; sólo él, por siempre él. Mora en el abominable Centro, a donde voy ahora, y su canción metálica resuena con furia por todo el mundo, hiriéndome con su letra de pesadilla. Sus hilos infinitos traman la red que me atrapará al final, dejando que los años me encuentren y me concluyan. Es un monstruo, dicen, pero alguna vigilia lo he sentido llorar. ¿Será acaso que tampoco es indiferente a este dolor que nos ata? ¿Será que Teseo, héroe de Creta, Señor del Laberinto, ya no quiere degollar más minotauros? Ojalá mi angustia hallase consuelo en esa gentil ilusión.

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