miércoles, 19 de octubre de 2011

~ Destino inesperado ~

Un coloso de carne dormita sobre las sábanas, rodeado de licores y vinos. A su lado yacen concubinas cornudas, esperando una señal para abalanzarse de nuevo sobre él sumidas por su frenesí carnal. Mientras, por las ventanas entra el hedor que desprende la criatura mortal, perdida en una pesadilla de paredes sin fin. Su llanto reclama el sentido de los marcados, anegado entre lágrimas que reclaman una muerte fugaz.

El astado, con paso tranquilo y ligero bastón, se acerca hacia las gloriosas ventanas. Una espléndida noche le cae encima al reo del laberinto. Se deleita el demonio con el sufrir de su preso, mientras el otro se envuelve en un manto de penas.

-¿En qué momento –pronuncia con voz de tormenta el amo del laberinto- creíste que tu raza me podría enjaular? Sufre ahora la pena que para mí guardabas. Pierde tu vida en los entresijos de este nudo de caminos.

Y mientras este soliloquio glorioso tiene lugar, en otras partes del reino los marcados dominan a la raza vecina. Grande fue el error que se tuvo al cometer la afrenta que desencadenó la creación del primer minotauro.

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