Condenados, estamos encerrados,
esperando para el juicio inclemente
que deberá dirigirnos salvados
hacia la turbia estertor de la muerte.
Porque aceptamos morir de rodillas
bajo una lluvia pura, e insípida,
antes que sufrir de pie en nuestras vidas
bajo las leyes de un mando homicida.
Y nuestras familias se regocijan
ante nuestra cadavérica visión
al ver que nuestros ideales avanzan.
Y al ver estos nuestra autoimpuesta misión,
no dudarán en alzarse las tierras
para acabar su mineral sumisión.
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